Muchos de nosotros cuando queremos algo lo primero que hacemos es pedir un presupuesto. Y la mayoría de las veces, éste es el camino a seguir. Sin embargo cuando entramos en el mundo de las aplicaciones móviles, pedir un presupuesto sobre una idea que tengamos puede ser un tanto peligros y engañoso.
LA IDEA
Cuando pensamos en la idea de la aplicación móvil que tenemos en mente es importante profundizar un poco más y no quedarnos con lo primero que se nos ocurra. ¿Qué es lo que tenemos claro?
El concepto de la app
El resultado que queremos conseguir con la app
Todo
Estos tres momentos son muy diferentes pero igual de peligrosos ya en cada uno debemos adoptar una actitud delante del desarrollador o empresa desarrolladora que nos está presentando el presupuesto y ofreciendo el desarrollo de nuestra pequeña criatura.
La idea: el concepto de la app
Éste es el momento más peligroso. Si sólo sabes lo que te gustaría que haga tu aplicación móvil y, por encima, tienes claro qué resultados se obtendrían, sólo te recomiendo una cosa: ESPERA. Estás en un momento de reflexión. Coméntalo con tus compañeros y amigos y así conseguirás madurar la idea.
Si no lo haces y decides pasar a la acción antes de tiempo lo que te puedes encontrar es lo siguiente:
Es una imagen que tiene muchos años pero que ejemplifica muy bien estos casos: yo no lo tengo claro y lo explico. Quien me escucha, lo entiende (a su manera) y me presenta un resultado. Por supuesto, este resultado que me entregan es completamente diferente al concepto/idea que yo estaba barajando en mi mente. ¿Por qué? Porqué si ni yo lo tengo claro, ¿cómo voy a transmitirlo de una forma que se entienda?
La idea: el resultado que queremos conseguir con la app
Es una situación igual de peligrosa cuando tenemos claro la solución que va a satisfacer nuestra aplicación sin tener claro el proceso que va a seguir para conseguirlo. Imaginaros que yo quiero “algo” que me transporte del punto A al punto B con el menor tiempo posible y se me ocurre pedir un presupuesto. Consigo cuatro:
Siempre hay propuestas muy baratas que nunca son óptimas. En este caso, el coche de caballos no es lo que busco: su mantenimiento es costoso (cuidado y alimentación de los caballos) y no dispongo del espacio adecuado.
El segundo caso es el tren. Para mi es una opción bastante buena porque es bastante más ecológica que otros transportes y lo pueden utilizar otras personas al mismo tiempo. Por el precio también me cuadra pero necesito construir nuevas rutas ya que no todas las que necesito están contempladas. Este es un coste y un riesgo que no quiero sufrir.
La opción más cara muchas veces es la super-óptima. En este caso sería genial disponer de un teletransportador (tipo Star Trek) que sólo en segundos me llevara del punto A al B, no crees? Sin embargo, es una tecnología tan puntera que tiene un coste que no puedo soportar.
El coche puede que sea la opción que se adecue más a mi presupuesto. No había pensado el espacio que necesitaría para “almacenarlo” hasta que hablé con los del coche de caballos. Dispongo de suficiente espacio para guardar el coche. Además, el coste de mantenimiento no es exagerado y dispongo de varios proveedores que lo pueden solucionar.
Os puede parecer un ejemplo surrealista. Quería llevarlo al extremo. Estoy segura que si pensáis detenidamente, se os ocurrirá algún ejemplo de propuestas dispares que os han presentado debido a que teníais claro el resultado sin el camino para conseguirlo.
Volviendo al ejemplo surrealista: la reflexión nos ha llevado a que el coche es lo que más se adecuaba a mis necesidades. No lo tenía nada claro pero viendo otras opciones he ido concretando. ¿Es la manera correcta? No. Imagínate que tu idea inicial de tu aplicación móvil no se parece a nada con lo que te presentan. ¿Qué puede pasar? Pues que las propuestas “contaminen” la idea inicial que tenías en mente, con lo que seguramente ya no la llevarás a cabo.
La idea: todo
Después de leer lo anterior, supongo que ya os imagináis que ésta es la opción que os recomiendo. Una idea no vale nada y es por ello que os animo a testearla antes de querer implementarla. Como más clara la tengamos, mayor probabilidades de éxito tendrá el proyecto.
Con este comentario no os quiero decir que una vez tengáis la idea clara y bien trabajada no debe ser flexible. Al contrario. Cuando la empecéis a testear tanto con beta testers como con clientes potenciales, escuchad y aprovechad todo el feedback que os dan. Es muy valioso.
El siguiente paso ya es la implementación de la aplicación móvil. ¿Os habéis encontrado con algún problema durante la fase de desarrollo? Algunos de ellos los trataré en el siguiente artículo.
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